Comentario
La glíptica neobabilónica, a tenor de lo que se conoce, hubo de buscar al comienzo su fuente de inspiración en los sellos cilíndricos asirios del siglo IX más que en los relieves de producción local o en los sellos paleobabilónicos y mesobabilónicos. Su temática, tras unos tanteos iniciales, con figuras estilizadas de animales, se decantó luego por las escenas de lucha de un héroe contra uno o dos animales. Junto a estos ejemplares, los hubo también de creación típicamente neobabilónica, con figuras tocadas con altas tiaras y diademas con cornamenta o con duplicidad de divinidades con pares de alas de idéntica longitud (en el caso asirio las alas inferiores eran más cortas).
Poco a poco, las tallas se hicieron más dinámicas e incluso se llegó a superar la calidad de los sellos asirios coetáneos. Otros, dentro de escenas estáticas, presentaban también gran agilidad plástica, como son algunos sellos cilíndricos del Museo Británico, donde se figuran a sacerdotes de rapada cabeza oficiando ante altares con símbolos divinos.
La reutilización de ejemplares más antiguos siguió siendo práctica usual; gracias a ella nos ha llegado el magnífico y gran cilindro-sello de lapislázuli (12,5 por 3,2 cm), del siglo IX, con la imagen del dios Adad, y que fue aprovechado por Assarhaddon (680-669), rey de Asiria y de Babilonia, quien le añadió una inscripción personal y lo dedicó a Marduk.
Dentro de la glíptica neobabilónica hay que aludir, finalmente, a un cilindro ornamental (un kunukku), hoy en el Museo de Berlín, que presenta grabada finamente la imagen del dios Marduk, tocado con alta tiara cilíndrica y vestido con lujosos ropajes, de pie, junto a su animal sagrado, el dragón. Este extraordinario ejemplar, tallado en lapislázuli (19 por 3,5 cm), dedicado por Mardukzakir-shumi I (854-819) al dios de Babilonia, según dice su inscripción, estuvo montado en oro y adornó el cuello de la estatua de tal divinidad.